MURALEANDO MI OTRA HABANA

MARTA MONTAÑO LEDESMA, estudiante de primer año de Periodismo, Facultad de Comunicación, Universidad de La Habana.

Yo creía conocer La Habana, de hecho, me consideraba habanera, nacida y criada en la capital de todos los cubanos, hasta que comencé la carrera de Periodismo; entonces, me vi obligada a conocer personas, visitar lugares y coger guaguas, antes desconocidas.

Hace unos días tenía que ir a Lawton, un reparto del que poco conocía y, aunque el largo trayecto hasta mi destino no me agradara en lo absoluto, había que hacerlo: era un trabajo de la escuela.

Así me fui un sábado por la mañana a conocer parte de Diez de Octubre. A más de dos cuadras de mi destino se ve un cambio de ambiente. Mientras te vas acercando encuentras colores, estatuas, pinturas, carteles y muchas personas; más de las que he visto al caminar una tarde por la Habana Vieja.

Llegué a Muraleando, un proyecto comunitario con más de veinte años de creado, que hace poco se asentó en unas antiguas ruinas en la esquina de Céspedes, Lawton.

Comencé un recorrido exploratorio por el barrio antes de hacer las respectivas entrevistas para el trabajo de clase. Todo a mi alrededor parecía sacado del Museo de Bellas Artes y puesto justo en el medio de la calle: una estatua de la Virgen de la Caridad del Cobre con un santuario “muy amarillo” hecho de llantas de carro, murales que funcionan como canchas de baloncesto, decenas de esculturas de desechos plásticos y metálicos y por todos lados banderas y carteles de Cuba.

Cuando entras al Tanque, sede del proyecto, quedas deslumbrado de cómo un antiguo acopio de agua en ruinas puede convertirse en una segunda casa para las personas de la comunidad.

Primero, entras por la puerta principal: una inmensa estructura desde donde se puede ver de refilón los variados espacios del lugar. Luego, un guía te lleva por cada una de sus naves.

La bienvenida y una breve explicación por parte del anfitrión del proyecto forman parte del recorrido. Más tarde, cada visitante debe pasar por una especie de auditorio improvisado donde, sin que lo pidas, una banda te da su mejor muestra de música cubana.

Lo más bello es el centro del sitio, una feria donde muchos artistas exponen sus obras y, si tienes “dinerito”, te puedes llevar a casa lo mismo un cuadro que un collar, o a lo mejor hasta un pomo de agua Ciego Montero totalmente reutilizado y convertido en adorno.

Sin embargo, nada de eso me hechizó tanto como el final de la visita que coincidía con la salida de los niños de los talleres. En segundos, decenas de niños se apropiaron del Tanque y deambulaban por allí como si esa fuera su casa.

Disfraces, máscaras, todos llevaban algo que los identificaba como parte del grupo de danza, artes plásticas, teatro o canto. Cada uno de ellos encuentra aquí su pequeño espacio de creación.

En Muraleando los más pequeños son los protagonistas, me pude percatar de ello luego de descubrir que todo lo que había pintado en suelo, paredes y techo era construido por ellos para la comunidad.

Entonces, se me ocurre preguntarle a algunos de los niños qué piensan hacer por el aniversario 500 de la capital, esperando por respuesta alguna obra, construcción, escultura; sin embargo, obtuve una que superó mis expectativas: Muraleando hace cosas por esta ciudad y por nosotros todos los días cada año, y más que por La Habana, por Lawton.

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